Why God Tells Us He Delights in His Children/es

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Por Qué Nos Dice Dios que Se Regocija En Sus Hijos


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Por John Piper, 23 de agosto de 2006

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La pregunta no es si Dios se regocija en sus hijos. Él lo hace. La pregunta tiene dos aspectos: Primero, ¿qué ve Dios en nosotros que lo lleva a regocijarse? Y segundo, ¿Por qué nos dice que se regocija en nosotros? ¿Qué efecto desea Él que tenga? (Cuando digo “Dios”, quiero decir todo lo que Dios significa para nosotros en Cristo. Me refiero al Dios cristiano y trino.

En primer lugar, observen algunos de los textos que hablan acerca del regocijo de Dios en sus hijos y la alabanza a ellos.

Para responder las preguntas antes mencionadas es necesario también ver la verdad la cual Dios nos ordena que nos regocijemos en Él.

Nota: Estos últimos dos textos muestran algo crucial. Uno dice que cuando amas la salvación de Dios no dices generalmente, “¡la salvación de Dios es grandiosa!”; dices “¡Dios es grandioso!”. Y cuando experimentas el amor constante del Señor, no dices generalmente, “Mis labios alabarán tu amor constante.”, sino: “¡Mis labios te alabarán!”. En otras palabras, en todos estos textos la orden consiste en gozarse en Dios mismo, y todas las demás bendiciones que disfrutamos nos conducirán a Dios como nuestra última y más completa satisfacción.

Por lo tanto, en respuesta a nuestra primera pregunta mi respuesta es: Fundamentalmente, lo que ve Dios en nosotros que lo lleva a regocijarse es el hecho de que nosotros nos regocijamos en Él.

Para llegar a este punto hay que decir lo obvio: Dios aprueba lo que es correcto. Él se regocija en nuestra manera de pensar, sentir y hacer lo que es correcto. Por lo tanto, deberíamos preguntarnos, ¿Qué es lo correcto en última instancia? ¿Qué hace que algo sea “correcto”? Mi respuesta es: “La Rectitud” significa pensar, sentir y actuar de forma que se exprese, en una proporción verdadera, el valor de lo que es más valioso. La rectitud es pensar, sentir y hacer lo que fluye desde una percepción verdadera del supremo valor de Dios. Es ver sinceramente, regocijarse debidamente, y mostrar constantemente en acción el valor infinito de Dios. Por lo tanto, hacemos lo correcto cuando comprendemos el verdadero valor de Dios por lo que es, y sintiéndolo proporcionalmente a su supremacía universal, y actuando en formas que expresen el valor supremo de Dios. Ése es el significado de “lo correcto”.

Por consiguiente, cuando decimos que Dios se regocija en nuestra forma de pensar, sentir y hacer lo que es correcto, queremos decir que se regocija por cómo nosotros vemos, disfrutamos y mostramos Su propio valor supremo. Dios valora el hecho de que nosotros lo valoremos a Él y se goza al ver que nos gozamos en Él.

Ahora bien, la segunda pregunta que hicimos anteriormente fue: ¿Por qué Dios nos dice esto? ¿Deberíamos alegrarnos de oírla? Sí, deberíamos estar contentos de oírla. ¿Pero por qué? ¿Cuál es la esencia de nuestro gozo al oírla? Es posible oírla, y alegrarse de hacerlo, de tal manera que es devastador.

El verdadero motivo para alegrarse porque Dios se goza en nuestro gozo en Él es porque confirma que nuestro gozo en Dios es verdadero. Esto fija nuestra mirada más firmemente en Él y hace que nuestro gozo en su belleza sea más grande. Pero existe una manera devastadora de responder al elogio de Dios hacia nosotros. ¿Y si oímos la alabanza de Dios y nos alejamos de Su gozo para gozarnos en el gozo que Dios tiene por nosotros? ¿Y si oímos su alabanza como un recordatorio de lo que realmente disfrutamos, concretamente, que se nos preste mucha atención? ¿Y si el aspecto primordial de aquello que nos hace felices no es Dios mismo, sino su atención, su alabanza? Si eso es lo primordial, entonces no nos estamos gozando en Dios, sino usando únicamente el gozo en Él con fin de obtener elogios. Eso seria devastador. Cuando el gozo de Dios en nosotros nos lleva a gozarnos en Su gozo, estamos dejando de hacer la misma cosa en que se goza Dios.

La enseñanza de que Dios se goza en nosotros es muy peligrosa. Muy cierta, y muy peligrosa. La razón por la cual es muy peligrosa radica en que estamos caídos, y el placer principal de nuestra naturaleza caída no es el sexo sino la autoexaltación. Nuestra naturaleza pecadora ama que la adoren por lo que somos y lo que hemos hecho.

El remedio para esto es no hacer que Dios sea el alabador, y pensar que todo está bien. Puede que todo no esté bien, sino que sea fatal. La alabanza de Dios hacia nosotros nos hará bien, si las oímos como si confirmáramos que nos gozamos realmente en Él. La alabanza de Dios por nuestro gozo en Él tiene la intención de ayudarnos a que continuemos gozándonos en Él, y que no nos distraigamos por nada. Dios prohíbe que su adoración hacia nuestro gozo en Él nos aleje de la acción de gozarnos en Él para gozarnos en el acto de ser adorados por Él.

Escúchenme bien. Nosotros nos gozamos en la alabanza de Dios hacia nosotros, pero no de la forma en que lo haría una mente carnal. La alabanza de Dios no es la parte más profunda de nuestro gozo. No deberíamos permitir que su alabanza nos distraiga de lo que precisamente necesitamos, que es Su alabanza – a saber, nuestro gozo en Él. Nos gozamos en el hecho de que Dios se goza en nosotros ya que esto confirma y aumenta nuestra concentración en Él, más que distraernos de Él. Aun su piadosa aprobación de nuestro gozo imperfecto en Él lo hace más hermoso en Él mismo. Aquellos que oigan las palabras, “Bien hecho, sirviente bueno y leal,” digan, “¡Cuán grande y misericordioso es nuestro Dios!”

La relación entre lo que he dicho aquí y la doctrina de justificación por la fe es que Dios mira a sus hijos a través de la óptica de la rectitud imputada de Cristo. Esto significa dos cosas: una es que Dios nos considera perfectos en Cristo. La otra es que Él aun puede ver como ponemos en práctica la posición que ya tenemos en Cristo. La óptica de la imputación asegura nuestro derecho invencible al lado de Dios. También garantiza el gozo de Dios en nuestro gozo imperfecto en Él. Eso significa que, aunque Dios nos considere perfectamente rectos en Cristo, Él puede aun ver nuestro verdadero pecar como así también el fruto del Espíritu en nuestras vidas. Es por este motivo que podemos adorar a Dios a niveles mayores o menores. Sabemos esto porque Él nos considera perfectamente rectos (Romanos 4:4-6) y nos disciplina en cuanto al pecado en nuestras vidas (1 Corintios 11:32). Por consiguiente, el gozo de Dios por el gozo que nosotros mostramos hacia Él varía en proporción a los afectos que hay en nuestro corazón, pero esto es posible solo porque Dios nos imputa la rectitud perfecta de Cristo.


Anhelo junto a ti gozarme firmemente en Dios,

Pastor John



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