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Romanos 8:7-11 Ya que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo, 8 y los que están en la carne no pueden agradar a Dios. 9 Sin embargo, vosotros no estáis en la carne sino en el Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros. Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de Él. 10 Y si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo esté muerto a causa del pecado, sin embargo, el espíritu está vivo a causa de la justicia. 11 Pero si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el mismo que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos, también dará vida a vuestros cuerpos mortales por medio de su Espíritu que habita en vosotros.

Al principio del verso nueve el tema es: ¿Qué hay de diferente en ti? ¿Qué te coloca aparte de las personas de los versos 7-8? Estos son los dos grandes grupos de seres humanos con los que Pablo trata. Los versos 7 y 8 describen cómo somos siendo simples humanos – lo que el llama estar “en la carne” (v. 8) o teniendo la “mente puesta en la carne” (v. 7). Y lo que él dice que nos distingue cuando estamos “en la carne”, (compárese con Romanos 7:5) o cuando tenemos la “mente puesta en la carne” son tres cosas, o una cosa dicha de tres maneras: 1) verso 7ª: que somos hostiles e insubordinados a Dios; 2) verso 7b: que no podemos someternos a la ley de Dios – eso es cuán profunda nuestra corrupción y nuestra rebelión son; 3) verso 8: no podemos agradar a Dios. Esa es nuestra condición y nuestro aprieto y nuestra identidad cuando estamos en la carne – meramente humanos (compárese con Juan 3:6).

¿Qué hay de diferente en ti?

Ahora, al principio del verso 9 la cuestión es: ¿qué hay de diferente en ti? El verso comienza, “Sin embargo, vosotros. . .”. Así que hay un grupo de personas que son diferentes de aquellos descritos en los versos 7 y 8. Estos son verdaderos cristianos. Entonces, aquí aprendemos lo que significa ser un verdadero cristiano. ¡Y, oh, qué diferencia es ser un cristiano así! ¡Que supiera el mundo lo que aquí se dice!

Así que, si te preguntas qué es un cristiano, escucha atentamente la Palabra de Dios. No es la familia en la que creces. No se trata de si fuiste bautizado o confirmado. No se trata de si has ido a colegios cristianos. No es sobre a qué iglesia vas o a qué denominación perteneces. ¿Qué es? ¿Qué te hace diferente, si eres un cristiano en la manera en que Pablo lo describe aquí?

Cómo son los cristianos similares y disímiles de aquellos en la carne

Si solamente tomamos los versos 9-11, Pablo describe cinco formas en las que no eres como el resto del mundo (aquellos que están “en la carne”), y una manera en la que eres como el resto del mundo. Veamos éstas una a la vez. Y, cristiano, aprende aquí quién eres y de quién eres. Esto no es cosa pequeña. Estas son verdades, las que estás a punto de oír, sobre ti mismo que te quitan el aire. Pídele a Dios que te ayude a sentir la maravilla de estas cosas, de modo que tu vida las muestre más.

Y, no-cristiano, escucha bien y puedes llegar a ser cristiano, porque estas cosas que estoy a punto de describir se hacen verdad para nosotros por fe, y la fe viene por el oír, y el oír por la Palabra de Dios (Romanos 10:17). Oro que Dios te traiga gentil y razonable y libremente a ver y dar la bienvenida y abrazar a Cristo a través de su Palabra.

1. El Espíritu Habita en ti

Primero, tú, Cristo, son diferentes porque “el Espíritu de Dios habita en vosotros”. Observa en el mismo centro del verso 9 para ver esto (y hay una razón por la que inicio por el medio): “Sin embargo, vosotros no estáis en la carne sino en el Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros”. Esta es la diferencia entre un cristiano y un no-cristiano. No es meramente un asunto de ideas diferentes. Es la mismísima presencia del Espíritu de Dios morando en nosotros.

La palabra “habita” es importante. Es más que “estar ahí”, como podrías estar en una parada de autobús o en un tren o en un carro o en una tienda. “Habita” (oikeM) viene de la palabra “casa” (oikos). Y así, la implicación es que el Espíritu de Dios no está presente en ti como si fueras una simple parada. Él ha tomado residencia aquí. Aquí es donde vive. Este es su hogar. La implicación es cercanía y familiaridad e influencia. Si alguien hace tu hogar su hogar, él estará mucho cerca de ti. Se hará familiar contigo y tú con él. Y tendrá una influencia en ti y en la manera en que vives. Conozcan esto de ustedes, cristianos: el Espíritu de Dios habita – hace su hogar – en ti. Si no te estás volviendo muy familiar con él, y teniendo comunión con él, y siendo influenciado por él, algo está profundamente mal. No lo ignores o contristes o resistas. ¿Qué mejor regalo de navidad puede haberte dado el Cristo resucitado que el Espíritu de Dios para que habite en ti?

Pablo describe esta primera cosa distintiva sobre los cristianos en otras dos maneras: él dice, siguiendo en el verso 9, “vosotros tenéis el Espíritu de Cristo”. Y entonces, al principio del verso 10 dice, “Cristo está en vosotros”. De modo que la primera cosa distintiva acerca de que los cristianos sean diferentes de aquellos que están “en la carne” es que somos personas “habitadas”. Y lo dice de tres maneras: 1) “el Espíritu de Dios habita en vosotros” (v. 9b); 2) “vosotros tenéis el Espíritu de Cristo” (v. 9c); 3) “Cristo está en vosotros” (v. 10a).

El cambio de nombres aquí está lleno de tesoros. “Espíritu de Dios”, “Espíritu de Cristo”, “Cristo” – todos refiriéndose esencialmente a la misma presencia. El Espíritu es igualmente el Espíritu de Dios el Padre y el Espíritu de Dios el Hijo, Jesús el Cristo. Y el Espíritu comunica tanto de Cristo que es adecuado decir que Cristo mismo está presente en ti.

Escucha la manera en que Jesús lo dijo mientras estaba en la tierra. Juan 14:16-18, “Y yo rogaré al Padre, y Él os dará otro Consolador para que esté con vosotros para siempre; (17) es decir, el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque ni le ve ni le conoce, pero vosotros sí le conocéis porque mora con vosotros y estará en vosotros. (18) No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”.

¿Ven lo que él dice? Verso 16: Él os dará otro “Consolador”, el “Espíritu de verdad”. Entonces sugiere (en el v. 17b) que el Espíritu es uno con él: “Él mora con vosotros y estará en vosotros”. En otras palabras: yo estoy con vosotros ahora. Pero yo estaré en vosotros luego que regrese a mi Padre y envíe el Espíritu de verdad. Entonces (en el v. 18) él habla explícitamente sobre sí: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”.

De modo que para Jesús y Pablo el Espíritu de Dios – el Espíritu Santo (Juan 14:26) – es uno con el Espíritu de Cristo y comunica tanto de Cristo que Pablo y Jesús dicen: cuando él está presente en ti, Cristo está presente en ti.

Existen tesoros para ti aquí, cristiano. Date a ti mismo tiempo para sopesar estas cosas y fiestea en ellas. Nunca te alejes de Cristo. Él nunca está lejos. Él ha dicho “Estaré con vosotros hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20), y ahora sabemos cuán cerca él en verdad promete estar.

Esa es la primera cosa que te hace diferente como cristiano:

El Espíritu de Dios mora en ti.
Tú tienes el Espíritu de Cristo.
Cristo está en ti.

2. Estás en el dominio del Espíritu

Aquí esta la segunda cosa que te hace diferente. La segunda cláusula en el verso 9: “Estáis en el Espíritu”. Nótese esto cuidadosamente. No dice, “el Espíritu está en vosotros”, sino, “estáis en el Espíritu”. Y esto es lo que te distingue de aquellos que están en la carne. Verso 9a: “Sin embargo, vosotros no estáis en la carne sino en el Espíritu”.

¿Qué significa “estáis en el Espíritu”? Significa que estás en el dominio del Espíritu, bajo el poder del Espíritu. Significa que el Espíritu es la influencia decisiva en tu vida. No digo la única influencia. Él tiene enemigos y competidores. Pero el estar “en el Espíritu” es venir del poder de la oscuridad a el poder de Dios (Hechos 26:18). Fundamento esto principalmente en el paralelo de estar “en la carne” y lo que Pablo dice de ello en los versos 7-8. El estar en la carne es estar atados a la carne, es estar bajo el dominio y la cautividad de la carne, por lo que no podemos someternos a la ley de Dios y no podemos agradar a Dios. Ahora él dice, “no estáis en la carne sino en el Espíritu”. Así que lo tomo significando que el Espíritu ha roto ese dominio de la carne y ahora es quien tiene las riendas de tu vida. Estás en sus manos, no en las manos de la carne.

Ahora, para conectar estas primeras dos distinciones sobre el ser un cristiano y ver otro tesoro: Pablo las conecta por nosotros en el verso 9: “[Estáis] en el Espíritu si en verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros”. En otras palabras, el Espíritu nos libera y toma dominio sobre nosotros desde dentro de nosotros. Si el habita en ti, tú estás en Él – en su dominio y bajo su influencia decisiva. Esto es precioso porque nos llama a pensar toda la transformación interna que nos hace libres en el servicio de Cristo. El Espíritu no simplemente está afuera ladrándonos órdenes para influenciarnos. Él está dentro, trabajando un nuevo corazón y mente conformados a Cristo, de modo que nos deleitemos en hacer lo que nos manda. Esta es una de las grandes evidencias de que él está ahí.

3. Tú perteneces a Cristo

La tercera cosa que Pablo dice sobre nuestra diferencia como cristianos es que pertenecemos a Cristo. Nótense las dos últimas cláusulas del verso 9: “Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de Él”. Así que el reverso también es verdad: si en verdad tienes el Espíritu de Cristo, así mismo perteneces a él. De modo que, como cristianos, deberíamos pensar de nosotros como pertenecientes a Cristo – la posesión de Cristo.

¿En qué sentido somos posesión de Cristo? Pablo conecta las ideas de habitar y posesión en 1 Corintios 6:19-20 explicando: “¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” ¿En qué sentido? Lo explica en el verso 20: “Pues por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. Pablo describe dos maneras en las que Cristo nos hace suyos: compra y habitación.

Hubo un tiempo en este país en el que podías reclamar como tuya una porción de tierra en el oeste simplemente yendo allá y viviendo allí, habitándola. Y, claro, está la forma más tradicional de conseguir tierra, pagando por ella. Cristo hizo ambas cosas para poseer una persona para sí: él nos compró, y nos habitó. “No sois de vosotros mismos, pues por precio habéis sido comprados” (1 Corintios 6:19-20) – esa es la compra. “Sois el templo del Espíritu Santo . . . No sois de vosotros mismos” . . . “Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de Él” (1 Corintios 6:19; Romanos 8:9) – ese es el habitar. Él nos compró con su sangre, y él se muda a nosotros por su Espíritu. Si eres un cristiano, no estás solo. Tú perteneces a Cristo.

Somos habitados por Cristo, estamos bajo el dominio de Cristo, y somos de la posesión de Cristo

Y aquí también hay tesoros para que examines y te goces. Uno de los principales tesoros en la mente de Pablo parece ser la absoluta seguridad que esto nos da, aun frente al rostro de la muerte. Cristo cuida de los suyos. Él no nos compró para perdernos. Él nos compró para tenernos y mantenernos.

El interés de Pablo por la materia puede verse en los dos últimos puntos. Dije que había cinco cosas que nos colocaban aparte de los no-cristianos, y una cosa que mostraba cómo somos iguales. Tomemos, ahora, el punto de similitud.

Los cristianos son como el resto del mundo en que sus cuerpos permanecen mortales

Verso 10: “Y si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo esté muerto a causa del pecado . . .”. Así que hay un punto de similitud. En esta era nuestros cuerpos permanecen mortales, y morirán incluso siendo habitados por Cristo. En otras palabras, la redención ocurre por etapas. Y la redención de nuestros cuerpos no ocurre en esta era. Esperamos, dice el verso 23, por la redención de nuestros cuerpos. Sus cuerpos sirven tanto como el de un muerto porque son parte de una humanidad pecadora y caída. Así nos parecemos al resto de la humanidad. Moriremos.

Pero, hay otras dos cosas que hacen a los cristianos diferentes de los no-cristianos y que le quita el aguijón a nuestra mortalidad.

4. Tu espíritu está vivo gracias a la justicia y presencia de Cristo

La cuarta diferencia de aquellos en la carne se encuentra al final del verso 10: “El espíritu está vivo a causa de la justicia”. Sí, el cuerpo es mortal y destinado a morir. Pero dos cosas lo hacen distinto de nuestro espíritu: el regalo de justicia y la presencia de Cristo. Los encontramos ambos en el verso 10: “Si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo esté muerto a causa del pecado, sin embargo, el espíritu está vivo a causa de la justicia”. El regalo de justicia afirmado en la cruz obtiene nuestra vida, y la presencia de Cristo en nosotros, nos aplica la vida como una experiencia ahora y para siempre.

No tenemos que esperar por la redención de nuestros cuerpos para estar espiritualmente vivos. La justicia es nuestra ahora, y Cristo es nuestro ahora, y por tanto la vida es nuestra ahora. Conoce esto de ti mismo, cristiano. Conoce que el regalo de justicia es la base de tu vida ahora. No después. Ahora. Estás vivo para Dios en Cristo Jesús (Romanos 6:11). Y no puedes morir jamás. La perfección de Cristo en tu lugar y la presencia de Cristo en tu corazón te afirma por siempre.

Lo cual deja una última diferencia entre cristianos y los que están en la carne.

1) El Espíritu mora en ti;
2) estás en el dominio del Espíritu;
3) perteneces a Cristo;
4) tu espíritu está vivo a causa de la justicia y la presencia de Cristo; y ahora …

5. Tus cuerpos mortales serán levantados

Si mueres y tu espíritu viviente se separa de tu cuerpo mortal por un tiempo, la separación no será para siempre. Verso 11: “Pero si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el mismo que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos, también dará vida a vuestros cuerpos mortales por medio de su Espíritu que habita en vosotros”.

Así que, aunque la redención ocurre por etapas, las etapas vendrán. Ese es el punto. Tu resurrección es tan cierta como la resurrección de Cristo porque el Espíritu que lo levantó de los muertos habita en ti. Dios no creó el cuerpo para tirarlo. Y Cristo no compró el cuerpo para tirarlo. Nuestros cuerpos son el templo del Espíritu Santo, el Espíritu de Cristo. Y Tal como Jesús levantó el templo de su propio cuerpo en tres días, él nos levantará y vivirá en nosotros por siempre y para siempre.

Oh cristiano, sabe de quién eres. Y conoce los tesoros que tienes en él. Y si escuchas sin Cristo, ven a él y cree. Confía en él. Recíbelo. Clama a él. Él te salvará y te hará suyo.

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