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{{info|Cristo y Su Crucifixión}}Intentar resumir la doctrina de salvación del apóstol Pablo dentro de los límites de un ensayo breve puede parecer una locura. Sin embargo, vamos a intentarlo.
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{{info|Limpiado por la gracia}}  
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<br>La manera que Pablo tiene de predicar el Evangelio tiene su origen en la convicción de que Jesús de Nazaret es el "Mesías", el hijo de Dios prometido, enviado por Este al mundo "llegado el tiempo" para cumplir las promesas hechas a Su pueblo, Israel (2 Cor. 1:18–22; 6:2; Gal. 4:4). El mensaje importante de la predicación de Pablo es el "misterio" del Evangelio de Jesucristo (Col. 1:26; Rom. 16:26; 2 Tim. 1:10). Aunque con anterioridad este misterio había permanecido oculto, ahora se le confió a él y a los otros apóstoles, considerados todos ellos "administradores de los misterios de Dios" (1 Cor. 4:1; Ef. 3:2ff.).  
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<br>La necesidad bíblica que tenemos de llevar una vida en santidad no ignora la gracia. Más bien, esta necesidad se basa directamente en el perdón obtenido por la gracia y pone de manifiesto el poder de la gracia.  
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<br>Esta convicción paulina ayuda a clarificar la relación entre sus enseñanzas relacionadas con la salvación y las enseñanzas de Jesucristo en los Evangelios. Así como Cristo resaltó la llegada del reino de Dios, introduciendo las bendiciones de "la era venidera" en "esta era", Pablo enfatiza la llegada de Jesucristo como el instrumento a través del cual Dios concede las bendiciones de salvación a Su pueblo. Las enseñanzas de Jesús en los Evangelios son similares a una obertura musical, que anuncia el tema de todo el Nuevo Testamento: el reino de Dios está "muy cerca". Las predicaciones de Pablo desarrollan este tema dando una explicación exhaustiva de las bendiciones de salvación del reino. <br>¿Pero cómo explica el apóstol la salvación proporcionada por Cristo? ¿Qué consiguió Cristo con Su muerte y resurrección que otorga la redención de aquellos que Le pertenecen? <br>Pablo resume su respuesta a esta pregunta en 1 Corintios 15:3–4: “Lo primero que hice fue transmitiros lo que yo también había recibido: que Cristo murió por nuestros pecados, tal como las Escrituras lo habían anunciado y que fue sepultado, y resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras”. Este resumen es similar a otros que encontramos en las epístolas de Pablo (ver 1 Cor. 2:2; Gal. 6:14). En estos pasajes declara que el Evangelio que él predica se centra en la muerte y resurrección expiatorias de Jesucristo.  
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En 1ª de Corintios 15:10, Pablo dice: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no resultó vana; antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí”. La gracia no es sólo el perdón que pasa por encima de nuestra maldad, sino el poder que produce la bondad en nosotros. Si Dios dice que esto es hecho por gracia, no estamos ignorando la gracia si estamos de acuerdo con Él. En realidad, todo lo contrario.  
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<br>En las epístolas de Pablo, se utilizan muchos temas bíblicos para designar diferentes aspectos de la salvación que Cristo ha conseguido para los creyentes. Entre los principales que usa para describir las tareas de expiación de Cristo se incluyen: Primero, “sacrificio” por o “expiación” de la culpa del pecado humano; segundo, “propiciación” de la ira divina de Dios contra Sus criaturas pecadoras; tercero, “reconciliación” o paz con Dios; cuarto, “redención” de la maldición y condena de la Ley; y quinto, “victoria” sobre el pecado, la muerte y todos los poderes que se oponen al reino de Dios.  
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El mandamiento bíblico de llevar una vida en santidad no contradice que la justificación venga sólo por la fe. Todos los pecados del pueblo de Dios, pasados, presentes y futuros, son perdonados gracias a que Cristo murió una sola vez por todos nuestros pecados. Esta justificación fundada en la muerte de Cristo por nosotros es la base de la santificación, y no de otro modo. El único pecado contra el cual podemos luchar con éxito es un pecado perdonado. Sin la justificación realizada por Cristo una vez por todos los pecados, lo único que produce nuestro esfuerzo por conseguir la santidad es desesperación o autojustificación.  
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<br>Es indisputable que Pablo entiende la muerte de Cristo como un ''sacrificio''. En 1 Corintios 15:3, declara que Cristo murió "por nuestros pecados". En otro pasaje, dice que Dios mandó a Su propio Hijo “en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado” (Rom. 8:3). También enseña que la muerte de Cristo fue una ''propiciación'' de la ira de Dios. En Su santidad, Dios únicamente puede detestar el pecado, sin embargo, la belleza del Evangelio reside en que Él Mismo propicia tiernamente su ira mediante la muerte de Su propio hijo (Rom. 3:25; 5:9−10; 2 Cor. 5:21). La expiación de Cristo es también una tarea de ''reconciliación''. Con Su muerte ha eliminado todos los obstáculos para que el pecador pueda encontrar la paz con Dios.  
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El trabajo de Dios en la justificación no hace que el trabajo de Dios para la santificación sea opcional. La Biblia no dice que el perdón haga de la santidad una opción; en realidad, el perdón es lo que hace posible la santidad. El Dios que justifica también santifica. La fe que justifica también satisface: el corazón humano se sacia de Dios y se libera de los placeres engañosos del pecado. Por esta razón, la justificación y el proceso para la santificación siempre van juntos: los dos provienen de la misma fe. La perfección va a llegar al final de nuestros días cuando muramos o con la venida de Cristo, pero el esfuerzo por llevar una vida en santidad comienza con la primera semilla de mostaza de fe. Ésa es la naturaleza de la fe salvadora. Encuentra su gozo en Cristo y asimismo se desliga de los placeres que trae el pecado.  
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<br>Este trabajo de reconciliación incluye aspectos dirigidos tanto hacia Dios como hacia los hombres. No solo elimina los obstáculos causantes de la ira de Dios (Rom. 5:9–10), sino que además llama al pecador a que se "reconcilie" con Él (2 Cor. 5:20). El tema de la ''redención'' también figura con prominencia en la manera que tiene Pablo de entender la expiación de Cristo. La idea bíblica de la redención hace hincapié en el pago de un precio para asegurar que el pecador queda libre de cualquier esclavitud (1 Tim. 2:5–6). En una de sus afirmaciones más claras de la expiación de Cristo como tarea de redención, el apóstol declara que “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición” (Gal. 3:13). Finalmente, una característica que se pasa por alto del trabajo de expiación de Cristo es la ''victoria'' que se consigue sobre el poder del pecado, muerte y, de hecho, cualquier forma de oposición al reinado de Dios (1 Cor. 15:54–57). Con Su muerte y resurrección, Cristo desarmó los poderes que se oponen al reino de Dios (Col. 2:13–15). <br>Sin ninguna duda, el mensaje principal de la predicación de Pablo es que Dios ha entrado en la historia representado por Su Hijo Jesucristo, cuya muerte y resurrección expiatorias han traído la salvación. Sin embargo, el Evangelio según San Pablo también incluye la aplicación de la salvación en Cristo para creyentes unidos a Él por el ministerio de Su Espíritu. Aunque Pablo no expresa explícitamente un "orden de salvación" (''ordo salutis''), las primeras nociones de tal orden son evidentes en sus epístolas (ver Rom. 8:30; 1 Cor. 1:30; 6:11).  
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En 1ª Tesalonicenses 5:23–24, Pablo dice: “Y que el mismo Dios de paz os santifique por completo; y que todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará”. Ahora hay que fijarse en tres puntos: exhortaciones, oración, y promesa.  
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<br>La manera más general en que Pablo describe la aplicación de la salvación de los creyentes es mediante su ''unión con Cristo''. Cuando los creyentes se unen a Él a través del ministerio de Su Espíritu, reciben plenamente todas las ventajas del trabajo de expiación que Cristo realizó por ellos (Rom. 8:2,11; 1 Cor. 6:11; Ef. 4:30). <br>Para nuestro breve resumen, hay tres ventajas en la unión con Cristo que son especialmente importantes en la manera que tiene Pablo de entender la aplicación de la salvación: justificación libre, santificación por el Espíritu y glorificación.  
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'''EXHORTACIONES'''. En los versículos [1ª Tesalonicenses] 14-22, Pablo acaba con una sucesión de exhortaciones. Dicha sucesión termina en el versículo 22: “absteneos de toda forma de mal”. Por eso sabemos que Dios usa exhortaciones y llamados para santificarnos. Dios no nos dice: “Yo soy el que te santifica, por eso no tengo nada que decirte". Él no nos santifica de una manera simple y subconsciente. Él se ocupa de nuestros pensamientos y nuestros deseos.  
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<br>''Justificación libre''. Ya advertimos en nuestra introducción que, en algunos círculos, a menudo se encuentra oposición al énfasis que Pablo le da a la unión con Cristo sobre sus enseñanzas acerca de la justificación forense. Sin embargo, esto es un gran error. La Reforma estaba sin duda en lo correcto al afirmar que una de las características principales de las enseñanzas de Pablo fue la doctrina de justificación sólo por la gracia a través únicamente de la fe. Además, contrario a las afirmaciones de autores de "nueva perspectiva" sobre Pablo, él ve claramente la justificación como un tema "soteriológico". La justificación sencillamente no responde a la pregunta de si los gentiles también pertenecen, junto con los judíos, al grupo de gente en el convenio de Dios, como muchos de los autores de nueva perspectiva afirman. Responde fundamentalmente a la pregunta de cómo cualquier pecador, judío o gentil, puede encontrar la aprobación de Dios a pesar de su pecado y su culpa.  
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'''ORACIÓN'''. En el versículo 23, Pablo pasa de ordenarnos o exhortarnos a ser santos, a pedirle a Dios que nos santifique: “Y que el mismo Dios de paz os santifique por completo; y que todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. Por tanto, Dios no solo usa mandamientos y llamados en la manera en la que Él nos santifica, sino también las oraciones de Su pueblo. Él no se ocupa sólo de tus pensamientos y motivaciones para santificarte, también se ocupa de los pensamientos y motivaciones de otras personas afín de que oren por ti.  
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<br>Según Pablo, la justificación es un acto misericordioso de Dios mediante el cual Él perdona los pecados de los creyentes y los declara justos, basándose en la imputación de rectitud de Cristo (Rom. 4:1–5; 5:15–17; 10:3; 2 Cor. 5:21; Fil. 3:9). Aunque todos somos pecadores, Cristo fue condenado por los pecados de Su pueblo y resucitó para su justificación (Rom. 4:25). Aparte de otros "trabajos" realizados en obediencia de la Ley, Dios justifica a aquellos que reciben a Cristo a través de la fe (Rom. 3:28; Gal. 2:16). El beneficio de la justificación es una bendición de salvación perfectamente escatológica que declara que "no hay condenación para aquellos unidos a Jesucristo" (Rom. 8:1).  
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'''PROMESA'''. Después de ordenarnos en los versículos 14-22 que persigamos llevar una vida en santidad, y de orar en el versículo 23 para que Dios nos santificara, Pablo dice la frase definitiva en el versículo 24: “Fiel es el que os llama, el cual también lo hará”.  
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&nbsp;<br>''Santificación por el Espíritu''. Todos aquellos unidos a Cristo están llenos de Su Espíritu que les da vida (Rom. 8:4–11). A los creyentes no sólo se les declara justos, sino que además se transforman según la imagen de Cristo (2 Cor. 3:17–18). El poder y el reinado del pecado se rompen. Mediante su unión con Cristo en Su muerte y resurrección, los creyentes se pueden ahora considerar muertos para el pecado y vivos para la rectitud (Rom. 6:12–14). El nuevo estatus del que disfrutan (justificación) va siempre acompañado por una vida de obediencia renovada, obrada en ellos por el Espíritu de Cristo (santificación).  
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Un razonamiento humano equivocado piensa: “Bueno, Dios nos está ordenando que nos abstengamos de toda forma de mal, así que dependerá de nosotros que seamos santos", o "bueno, Pablo está orando para que Dios me santifique, así que depende de que Dios responda o no a la oración de Pablo”. Todo esto es una manera equivocada de pensar y no es lo que el texto nos está diciendo. Una manera correcta de pensar nos lleva al versículo 24 y es: ¡La fidelidad de Dios junto con Su llamado demuestra que Él lo hará! “Fiel es el que os llama, el cual también lo hará". ¿Y qué es “lo”? "Lo" es lo que Pablo ha ordenado y por lo que ha estado orando, en otras palabras, la santificación. Dios lo hará.  
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<br>''Glorificación''. Aunque tradicionalmente la glorificación se considera la consumación futura de la salvación del creyente, Pablo habla de ella como una realidad presente y futura (Rom. 8:18ff., 30). Por la unión íntima de los creyentes con Cristo, la glorificación de Éste en Su resurrección y ascensión es también la glorificación de los creyentes. Ya en estos momentos creyentes se sientan con Cristo en los cielos (Ef. 2:6). Sin embargo, todavía queda la expectación de una glorificación futura (2 Tes. 1:10). Mientras vivan en este mundo, los creyentes esperarán con ansiedad el día en que sus "cuerpos de humillación" se transformarán para ser como el cuerpo glorioso de Cristo (Fil. 3:21).  
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¿Vamos a confiar en Él por la gracia por la que nuestros pecados son perdonados o también por la gracia para hacernos progresar a la hora de vencer nuestros pecados? Piensa en esta pregunta durante un momento mientras seguimos reflexionando sobre esta idea.  
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<br>El Evangelio según San Pablo se puede resumir como el mensaje glorioso del cumplimiento por parte de Dios de Sus promesas de salvación para Su gente en Cristo. El mensaje principal de todas las predicaciones de Pablo es la salvación a través de la crucifixión y resurrección de Cristo, que ha proporcionado una expiación para los pecados de Su pueblo que responde a todos los aspectos de su condición pecadora. A través de su fe y unión con Cristo, los creyentes se benefician de esta labor de expiación. En las palabras extraordinarias de 2 Corintios 5:17: “Cuando alguien se convierte a Cristo, se convierte en una nueva criatura. Su existencia anterior queda atrás y comienza una nueva vida.”
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Si prestas atención al versículo 23, puede que te hagas la misma pregunta que yo: cuando Pablo está orando para que Dios nos santifique y nos preserve irreprensibles “para la venida de nuestro Señor Jesucristo”, ¿se refiere a que Dios nos transformará en un abrir y cerrar de ojos cuando Jesús vuelva? ¿O a que Él trabajará ahora en nosotros para que seamos santos con la venida de Jesús? ¿Los versículos 23 y 24 son una oración y una promesa de lo que Dios hará de una sola vez con la venida de Jesús? ¿O son una oración y una promesa de lo que Dios va a hacer ahora en la vida de los creyentes para prepararlos a estar en santidad para ese día?
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Aquellos que se convierten a Cristo disfrutan de un nuevo estatus de aceptación libre con Dios, a pesar de ser indignos por ser pecadores. También experimentan una nueva vida de obediencia de la "ley de Cristo" por obra del Espíritu Santo. Y conocen tanto la gracia del presente como la glorificación futura, cuando se produzcan los "primeros frutos" de la salvación en Cristo en la cosecha escatológica de la participación completa en la victoria de Su resurrección.<br>
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Estos versículos son una oración y una promesa de que lo que hay que hacer, Dios lo va a hacer ahora. Y afirmo esto porque la santificación normalmente hace referencia al proceso para hacernos santos en este momento, además de que el paralelismo en 1ª Tesalonicenses 3:12-13 muestra que esto es lo que Pablo quiere decir: “y que el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros, y para con todos, como también nosotros lo hacemos para con vosotros a fin de que Él afirme vuestros corazones irreprensibles en santidad [por lo que Pablo ora en 5:23] delante de nuestro Dios y Padre, en la venida de nuestro Señor Jesús [la misma frase que en 5:23] con todos sus santos”.
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Pablo está orando para que Dios obre algo que nos haga crecer y abundar en amor. Y el objetivo de esta obra constante en nosotros ahora, es que cuando llegue el final podamos presentarnos ante Dios en santidad, porque el amor es la esencia de la santidad del ser humano.  
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Primera de Tesalonicenses 5:23-24 nos enseña verdaderamente que Dios es el único que puede santificar en este momento. Lo hace mediante exhortaciones y llamados que apelan a nuestros pensamientos y a nuestros deseos. Lo hace mediante la oración. No obstante, sea como sea, tarde lo que tarde y por imperfectos que nos podamos sentir, lo único que importa es que Dios lo hace.
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Pero, ¿cómo puede ser que la fidelidad de Dios lo comprometa a santificarnos? La clave es la conexión existente entre los demás elementos para nuestra salvación y el trabajo de santificación de Dios. Esto se ve claramente en 5:24 donde Pablo dice: “Fiel es el que os llama, el cual también lo hará”. Es como si Pablo dijera: "¡Te ha llamado! ¿No te das cuenta? ¡Te ha llamado! Y si Él te ha llamado, entonces Él te santificará. Eso es Su fidelidad. ¿No lo entiendes?”.
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Y tú te rascas la cabeza y preguntas: ¿Por qué el hecho de que Él nos ha llamado implica que tenga que santificarnos?” Y Pablo responde: “Porque Su propósito cuando te llamó era que pudieses ser santo. La santidad es el propósito imbatible de Dios cuando te llamó. Estaría siendo infiel a Su propósito si sólo te llamase y no te santificase. Eso es lo que os repetía en 1 Tesalonicenses 4:7: "Porque Dios no nos ha llamado a impureza, sino a santificación”.
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Paso tras paso en tu camino hacia la salvación está basado en la seguridad sobre todos los pasos que diste anteriormente. Tu santificación está basada y garantizada por tu llamado. Tu llamado está basado en la muerte de Cristo por los pecadores. La muerte de Cristo se basa en la predestinación y la predestinación se basa en la elección. Una vez que te sientes atrapado por la graciosa, maravillosa y ecuánime salvación forjada por Dios, sabes que eres amado por un amor que es salvador, santificador, que te llama, te asombra, te predestina, te elije, que es perpetuo y omnipotente. Y proclamas: "Dios es fiel. ¡Él lo hará!”.
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Pero no solamente el propósito de Dios al elegirte era tu santidad. Efesios 1:4 dice: “[Dios] según nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él (cf. 2ª Ts. 2:13). Tu santidad es tan cierta como tu elección.
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No solamente el propósito de Dios al predestinarte era tu santidad. Romanos 8:29a: “Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo”. Que seamos cada día más parecidos a Jesús es tan cierto como el propósito de Dios en la predestinación.
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No solamente el propósito de Dios con la muerte de su Hijo era tu santidad. Efesios 5:25b-26a dice: “Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella para que pudiera santificarla” (versión acotada). Que seas santo es tan cierto como el propósito imbatible de Dios con la muerte de Su Hijo.
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Al elegirte, al predestinarte, al morir por ti y al llamarte, Su propósito era tu santidad. Y por eso podemos decir como Pablo en 1 Tesalonicenses 5:24 que no solo “Fiel es el que os llama, el cual también lo hará” sino que además “Fiel es el que os elije, el cual también lo hará. Fiel es el que te predestinó, el cual también lo hará. Fiel es el que envió a Su Hijo para morir por ti, el cual también lo hará". ¿Cuál es el propósito final? “para alabanza de la gloria de su gracia” (Ef. 1:6).

Revision as of 23:03, 15 October 2008

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La necesidad bíblica que tenemos de llevar una vida en santidad no ignora la gracia. Más bien, esta necesidad se basa directamente en el perdón obtenido por la gracia y pone de manifiesto el poder de la gracia.

En 1ª de Corintios 15:10, Pablo dice: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no resultó vana; antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí”. La gracia no es sólo el perdón que pasa por encima de nuestra maldad, sino el poder que produce la bondad en nosotros. Si Dios dice que esto es hecho por gracia, no estamos ignorando la gracia si estamos de acuerdo con Él. En realidad, todo lo contrario.

El mandamiento bíblico de llevar una vida en santidad no contradice que la justificación venga sólo por la fe. Todos los pecados del pueblo de Dios, pasados, presentes y futuros, son perdonados gracias a que Cristo murió una sola vez por todos nuestros pecados. Esta justificación fundada en la muerte de Cristo por nosotros es la base de la santificación, y no de otro modo. El único pecado contra el cual podemos luchar con éxito es un pecado perdonado. Sin la justificación realizada por Cristo una vez por todos los pecados, lo único que produce nuestro esfuerzo por conseguir la santidad es desesperación o autojustificación.

El trabajo de Dios en la justificación no hace que el trabajo de Dios para la santificación sea opcional. La Biblia no dice que el perdón haga de la santidad una opción; en realidad, el perdón es lo que hace posible la santidad. El Dios que justifica también santifica. La fe que justifica también satisface: el corazón humano se sacia de Dios y se libera de los placeres engañosos del pecado. Por esta razón, la justificación y el proceso para la santificación siempre van juntos: los dos provienen de la misma fe. La perfección va a llegar al final de nuestros días cuando muramos o con la venida de Cristo, pero el esfuerzo por llevar una vida en santidad comienza con la primera semilla de mostaza de fe. Ésa es la naturaleza de la fe salvadora. Encuentra su gozo en Cristo y asimismo se desliga de los placeres que trae el pecado.

En 1ª Tesalonicenses 5:23–24, Pablo dice: “Y que el mismo Dios de paz os santifique por completo; y que todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará”. Ahora hay que fijarse en tres puntos: exhortaciones, oración, y promesa.

EXHORTACIONES. En los versículos [1ª Tesalonicenses] 14-22, Pablo acaba con una sucesión de exhortaciones. Dicha sucesión termina en el versículo 22: “absteneos de toda forma de mal”. Por eso sabemos que Dios usa exhortaciones y llamados para santificarnos. Dios no nos dice: “Yo soy el que te santifica, por eso no tengo nada que decirte". Él no nos santifica de una manera simple y subconsciente. Él se ocupa de nuestros pensamientos y nuestros deseos.

ORACIÓN. En el versículo 23, Pablo pasa de ordenarnos o exhortarnos a ser santos, a pedirle a Dios que nos santifique: “Y que el mismo Dios de paz os santifique por completo; y que todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. Por tanto, Dios no solo usa mandamientos y llamados en la manera en la que Él nos santifica, sino también las oraciones de Su pueblo. Él no se ocupa sólo de tus pensamientos y motivaciones para santificarte, también se ocupa de los pensamientos y motivaciones de otras personas afín de que oren por ti.

PROMESA. Después de ordenarnos en los versículos 14-22 que persigamos llevar una vida en santidad, y de orar en el versículo 23 para que Dios nos santificara, Pablo dice la frase definitiva en el versículo 24: “Fiel es el que os llama, el cual también lo hará”.

Un razonamiento humano equivocado piensa: “Bueno, Dios nos está ordenando que nos abstengamos de toda forma de mal, así que dependerá de nosotros que seamos santos", o "bueno, Pablo está orando para que Dios me santifique, así que depende de que Dios responda o no a la oración de Pablo”. Todo esto es una manera equivocada de pensar y no es lo que el texto nos está diciendo. Una manera correcta de pensar nos lleva al versículo 24 y es: ¡La fidelidad de Dios junto con Su llamado demuestra que Él lo hará! “Fiel es el que os llama, el cual también lo hará". ¿Y qué es “lo”? "Lo" es lo que Pablo ha ordenado y por lo que ha estado orando, en otras palabras, la santificación. Dios lo hará.

¿Vamos a confiar en Él por la gracia por la que nuestros pecados son perdonados o también por la gracia para hacernos progresar a la hora de vencer nuestros pecados? Piensa en esta pregunta durante un momento mientras seguimos reflexionando sobre esta idea.

Si prestas atención al versículo 23, puede que te hagas la misma pregunta que yo: cuando Pablo está orando para que Dios nos santifique y nos preserve irreprensibles “para la venida de nuestro Señor Jesucristo”, ¿se refiere a que Dios nos transformará en un abrir y cerrar de ojos cuando Jesús vuelva? ¿O a que Él trabajará ahora en nosotros para que seamos santos con la venida de Jesús? ¿Los versículos 23 y 24 son una oración y una promesa de lo que Dios hará de una sola vez con la venida de Jesús? ¿O son una oración y una promesa de lo que Dios va a hacer ahora en la vida de los creyentes para prepararlos a estar en santidad para ese día?

Estos versículos son una oración y una promesa de que lo que hay que hacer, Dios lo va a hacer ahora. Y afirmo esto porque la santificación normalmente hace referencia al proceso para hacernos santos en este momento, además de que el paralelismo en 1ª Tesalonicenses 3:12-13 muestra que esto es lo que Pablo quiere decir: “y que el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros, y para con todos, como también nosotros lo hacemos para con vosotros a fin de que Él afirme vuestros corazones irreprensibles en santidad [por lo que Pablo ora en 5:23] delante de nuestro Dios y Padre, en la venida de nuestro Señor Jesús [la misma frase que en 5:23] con todos sus santos”.

Pablo está orando para que Dios obre algo que nos haga crecer y abundar en amor. Y el objetivo de esta obra constante en nosotros ahora, es que cuando llegue el final podamos presentarnos ante Dios en santidad, porque el amor es la esencia de la santidad del ser humano.

Primera de Tesalonicenses 5:23-24 nos enseña verdaderamente que Dios es el único que puede santificar en este momento. Lo hace mediante exhortaciones y llamados que apelan a nuestros pensamientos y a nuestros deseos. Lo hace mediante la oración. No obstante, sea como sea, tarde lo que tarde y por imperfectos que nos podamos sentir, lo único que importa es que Dios lo hace.

Pero, ¿cómo puede ser que la fidelidad de Dios lo comprometa a santificarnos? La clave es la conexión existente entre los demás elementos para nuestra salvación y el trabajo de santificación de Dios. Esto se ve claramente en 5:24 donde Pablo dice: “Fiel es el que os llama, el cual también lo hará”. Es como si Pablo dijera: "¡Te ha llamado! ¿No te das cuenta? ¡Te ha llamado! Y si Él te ha llamado, entonces Él te santificará. Eso es Su fidelidad. ¿No lo entiendes?”.

Y tú te rascas la cabeza y preguntas: ¿Por qué el hecho de que Él nos ha llamado implica que tenga que santificarnos?” Y Pablo responde: “Porque Su propósito cuando te llamó era que pudieses ser santo. La santidad es el propósito imbatible de Dios cuando te llamó. Estaría siendo infiel a Su propósito si sólo te llamase y no te santificase. Eso es lo que os repetía en 1 Tesalonicenses 4:7: "Porque Dios no nos ha llamado a impureza, sino a santificación”.

Paso tras paso en tu camino hacia la salvación está basado en la seguridad sobre todos los pasos que diste anteriormente. Tu santificación está basada y garantizada por tu llamado. Tu llamado está basado en la muerte de Cristo por los pecadores. La muerte de Cristo se basa en la predestinación y la predestinación se basa en la elección. Una vez que te sientes atrapado por la graciosa, maravillosa y ecuánime salvación forjada por Dios, sabes que eres amado por un amor que es salvador, santificador, que te llama, te asombra, te predestina, te elije, que es perpetuo y omnipotente. Y proclamas: "Dios es fiel. ¡Él lo hará!”.

Pero no solamente el propósito de Dios al elegirte era tu santidad. Efesios 1:4 dice: “[Dios] según nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él (cf. 2ª Ts. 2:13). Tu santidad es tan cierta como tu elección.

No solamente el propósito de Dios al predestinarte era tu santidad. Romanos 8:29a: “Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo”. Que seamos cada día más parecidos a Jesús es tan cierto como el propósito de Dios en la predestinación.

No solamente el propósito de Dios con la muerte de su Hijo era tu santidad. Efesios 5:25b-26a dice: “Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella para que pudiera santificarla” (versión acotada). Que seas santo es tan cierto como el propósito imbatible de Dios con la muerte de Su Hijo.

Al elegirte, al predestinarte, al morir por ti y al llamarte, Su propósito era tu santidad. Y por eso podemos decir como Pablo en 1 Tesalonicenses 5:24 que no solo “Fiel es el que os llama, el cual también lo hará” sino que además “Fiel es el que os elije, el cual también lo hará. Fiel es el que te predestinó, el cual también lo hará. Fiel es el que envió a Su Hijo para morir por ti, el cual también lo hará". ¿Cuál es el propósito final? “para alabanza de la gloria de su gracia” (Ef. 1:6).

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