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Revision as of 19:15, 1 June 2009 by Dbuckley (Talk | contribs)
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Recuerdo haber usado la palabra "Polity" en un trabajo que escribí cuando estaba en octavo grado, y que mi profesora de inglés, de 24 años, me la señaló como error. Con alegría juvenil llevé el diccionario a donde estaba ella, lo abrí y leí algo parecido a “la organización creada para gestionar asuntos, especialmente de interés público; Gobierno”. “Polity” es, por tanto, gestión, organización, Gobierno y estructuras de poder.

Como cristianos luchamos para vivir nuestras vidas según las enseñanzas de las Escrituras. Debemos preguntarnos, entonces: ¿Son claras las escrituras con respecto al gobierno u organización de la Iglesia? Y si es así ¿qué nos enseñan las Escrituras al respecto? Por supuesto, nosotros, los cristianos, creemos que las Escrituras son suficientes para nuestra predicación y disciplina, para nuestra espiritualidad y alegría en el seguimiento de Cristo, para el crecimiento de nuestra Iglesia y nuestro entendimiento de la evangelización. Pero, ¿es el objetivo de las Escrituras decirnos cómo organizar nuestra vida en común como cristianos en nuestras iglesias o se nos deja simplemente actuar según nuestros descubrimientos de las mejores prácticas? ¿Es indiferente la gestión de nuestra iglesia? ¿Es esta una cuestión que debe determinarse simplemente de forma pragmática con lo que sea que parezca funcionar mejor y que evite problemas de la forma más objetiva?
Creo que Dios ha revelado en su Palabra todo lo que necesitamos saber para amarle y servirle, y esto incluye todo lo que necesitamos saber incluso sobre la organización de nuestras iglesias. Esta ha sido la creencia de la confesión de los baptistas, congregacionistas, presbiterianos y muchos otros en los años anteriores, y ha sido asumido por aquellos hombres a los que Dios ha llamado para llenar nuestros púlpitos. Permitidme ser claro. Cuando decimos que la gestión de una iglesia puede encontrarse en las páginas del Nuevo Testamento no quiere decir que creamos en la corrección de nuestras prácticas y luego busquemos formas bíblicas de justificación. En vez de eso, nuestra meta debe ser buscar en la Biblia, reconocer algunos aspectos básicos de la estructura y organización que ahí se enseñan y luego organizar nuestras iglesias de acuerdo con las enseñanzas de la Biblia.
Las páginas del Nuevo Testamento están llenas de ejemplos sobre cómo estructuraron sus iglesias los primeros cristianos. En estas páginas encontramos que había momentos claros de reunión (Hechos 20:7); Heb 10:25), elecciones (Hechos 1: 23-26; 6: 5-6),oficiales (ejemplo, Felipe 1:1; Hechos 20: 17,28), disciplina (I Corintios 5) contribuciones (Romanos 15:26, I Corintios 16: 1-2), cartas de encomendación (Hechos 18:27, II Corintios 3:1), la administración de los reglamentos (Hechos 2:41, I Corintios 11:23) y los requisitos de pertenencia (Mateo 28:19; Hechos 2:47) Claramente Dios nos ha dado en su Palabra indicaciones sobre muchos de los aspectos de la vida en común de una iglesia.
¡Y es fenomenal que lo haya hecho! Teniendo por seguro que la Palabra de Dios pretende regular nuestra vida e común, incluso en la organización de nuestras iglesias, nos libera de la tiranía de la moda más reciente. Algunos pastores de hoy pueden creer que debemos tener coros y comités, pero que sólo tenemos sermones (si sentimos que nuestro video ministerio no está listo para ese hueco en el tiempo), o que podemos formar parte (si no podemos encontrar nada más creativo que hacer). La palabra de Dios, en cambio, reordena nuestro pensamiento sobre la iglesia. Encontramos que la Biblia desarrolla unos parámetros claros para instruirnos (aunque dentro de esos parámetros hay flexibilidad). Empezamos a descubrir que debemos formar parte y predicar, y que tenemos que tener coros y comités.
John L. Dagg (1794- 1884) escribió que
El orden de la iglesia y los ceremoniales de la religión son menos importantes que un corazón nuevo; y a la vista de unos cuantos, cualquier investigación de cuestiones relativas a ello pueden parecer innecesarias e inútiles. Pero sabemos por las Sagradas Escrituras que Cristo dio órdenes a este respecto y que no podemos desobedecerlas. El amor provoca la obediencia; y el amor provoca también la búsqueda que puede ser necesaria para cumplir su voluntad. Por lo tanto, continuemos las investigaciones que tenemos enfrente con una oración fervorosa, que el Espíritu Santo, que nos lleva a la verdad nos ayude a conocer la voluntad de aquel que amamos y adoramos por encima de todo. (Manual del orden de una iglesia, pág. 12).
Al reconocer esto haríamos bien en considerar las enseñanzas de las Escrituras sobre algunos aspectos centrales de la gestión de una iglesia. Podrían considerarse muchas cuestiones, pero quiero centrarme en lo que nos enseñan claramente las escrituras sobre cuatro de los componentes más básicos de la gestión de la iglesia: diáconos, mayores, miembros y congregacionismo. Que Dios use nuestros esfuerzos para entender mejor Sus intenciones con respecto a nuestra vida en común en la iglesia.

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