Words of Hope for Those Who Struggle with Depression/es

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Técnicamente se conoce como depresión, pero no se puede definir mediante una sola palabra. Usted se siente paralizado aunque su cabeza no deja de dar vueltas; vacío aunque en su interior se oyen gritos; cansado, y aún así los temores abundan. Las cosas con las que antes disfrutaba ahora apenas retienen su atención. Siente que su mente rodeada de niebla. Se siente como si le hubieran puesto un lastre.

¿Recuerda cuando tenía objetivos? ¿Cosas que le ilusionaban? Podían ser tan insignificantes como ir al cine el sábado por la noche o lograr finalizar una tarea que se había propuesto. Ahora tiene muy pocos objetivos; tan sólo con que pase el día se conforma.

¿Se da cuenta de cómo es la vida cuando no hay objetivos? Cada día es igual. No existe el ritmo in crescendo con la ilusión, la satisfacción por el deber cumplido y luego el descanso. Cada día trae una terrible monotonía y siente que mañana será igual que hoy. Siente que la monotonía de la vida lo está matando.

¿Dormir? Es una pesadilla. Nunca descansa lo suficiente. Ni siquiera recuerda lo que es despertarse descansado.

¿Alguna vez ha visto las pinturas de Pablo Picasso durante sus años oscuros? Si encuentra un libro sobre Picasso quizás deba echarle un vistazo. Las pinturas no son alentadoras pero al menos se dará cuenta de que no es el único. Atormentado a causa de una relación difícil, pintó una serie de cuadros en los que las personas aparecían desesperanzadas y todo estaba en sombras grises y azules. ¿Estaba plasmando sus sentimientos en el arte o estaba representando el mundo de manera fiel a como él lo veía? En ambos casos, no existen los días soleados en la depresión, solo cielos encapotados que infunden temor y un mundo sin color y sin sentido.

Picasso no fue el único en luchar contra lo que se ha terminado por conocer como depresión. Abraham Lincoln, Winston Churchill, el gran predicador inglés Charles Spurgeon, el misionero J.B. Phillips fueron algunas de las personas más conocidas y brillantes que hablaron y escribieron acerca de sus luchas. Por tanto, aunque se sienta solo, hay muchos que han pasado antes por ahí y hay muchos que están pasando ahora.

Si algo de esto le resulta familiar, continúe leyendo. Ya no tiene un motivo para la esperanza así que el hecho de que esté dispuesto a leer (en absoluto necesario) es un importante avance en sí mismo.

Este texto será tan breve como sea posible. Se trata del bosquejo de un mapa que muestra un camino para atravesar la depresión. Si hay algo con lo que no esté de acuerdo, dígalo. Si le parece que es demasiado para usted, déjelo y vuelva a retomarlo más tarde.

Debe saber de antemano que el mapa conduce a Jesucristo. Conduce a una persona más que a unas técnicas. Hay gente que dice: “Jesús no es la solución”, “ya lo he intentado y sigo con depresión”. Sin embargo considere lo siguiente: Jesús proclama ser el camino, la verdad, la vida, la fuente de esperanza, amante de nuestras almas, servidor, hermano, amigo, el único que escucha y actúa, el único que nunca abandona. Ninguna terapia o medicación hace unas declaraciones tan audaces.

Si Jesús y las enseñanzas en las Escrituras le resultan tópicos vanos, y quizás sea así, recuerde que justo ahora a usted todo le resulta vacío de alguna u otra manera. Lo que ahora puede parecerle algo común se irá convirtiendo en algo profundo conforme se vaya cerciorando de esta realidad.

¿Cómo puedo hacer algo cuando no tengo ganas de hacer nada?

Aquí está el problema. Mucha gente hace cosas porque siente que tiene que hacerlas. Se levantan por la mañana porque sienten que tienen que ir a trabajar o porque no tienen ganas de escuchar al jefe preguntarles por qué han llegado tarde, o no quieren verse en una situación de pobreza sin trabajo. Nos dejamos llevar por los sentimientos más de lo que pensamos.

Cuando está deprimido, no siente nada (o cualquier cosa que sí sienta no va a motivarle para hacer algo provechoso. Por ejemplo, se siente con ganas de morir, gritar, huir, desaparecer, evitarlo todo). ¿Cómo puede una persona cuyos sentimientos la dirigen plantearse metas, tener propósitos o motivarse cuando no siente nada?

Al principio tendrá que aprender a vivir de otra manera. Tendrá que ser como la mujer cuyos músculos aún funcionaban pero dejó de sentir sus extremidades. No estaba paralizada pero si cerraba los ojos no podía saber si estaba de pie, sentada o tumbada. A veces se miraba en el espejo y veía que tenía el brazo derecho levantado sin que se hubiera dado cuenta. Ni siquiera podía andar porque no sentía las piernas. Poco a poco, mirándose en espejos y viendo su cuerpo en lugar de sentirlo, comenzó a caminar de nuevo. Después de mucho entrenamiento, caminar comenzó a ser algo natural otra vez. No obstante, tuvo que aprender una nueva forma de vivir y de moverse.

La nueva forma de vivir estando deprimido es creer y actuar según lo que Dios dice, en vez de sentir lo que Dios dice. Es vivir por fe. Parafraseando Hebreos 11:1: “la fe es la convicción de lo que no sentimos”. En otras palabras, cuando se plantea un debate entre lo que dicen sus sentimientos y lo que dicen las Escrituras, ganan las Escrituras. Otro resultado y simplemente le estará diciendo a Dios que no se puede confiar en Él. “Dios no dice la verdad, no puedo confiar en Él. Sólo puedo confiar en mí mismo". Seguramente no eso es lo que quiere expresar. Quizás prefiera decir que no entiende lo que Dios está haciendo pero negar que Dios dice la verdad es una mentira en si misma. No lo piense, Dios es verdad.

A continuación tiene un ejemplo de esta nueva manera de vivir. Usted siente que no tiene un propósito o esperanza. No existe ninguna razón para levantarse de la cama, trabajar, amar o vivir. Lo siente en todo su cuerpo. Sin embargo, Dios rebate cada una de estos sentimientos en cada página de las Escrituras. Por ejemplo: “amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro” (1 P. 1:22). Eso es una declaración con propósito. Es una razón para levantarse de la cama. Usted tiene que combatir los sentimientos que lo paralizan para poder amar a otra persona. ¿Por qué hacerlo? Porque es el encargo personal de Dios Mismo, el Rey de reyes.

Si es siervo del Rey, y lo es, y Él le pide que haga algo, le acaban de dar un propósito para vivir. Solamente cuando el Rey diga que ya no lo necesita, se acabará su propósito y esto, por supuesto, nunca sucederá con el Dios verdadero. Él dice que Sus propósitos para usted duran toda la eternidad.

Para llevar su propósito hasta lo más profundo, su trabajo tiene que ser para la gloria y satisfacción de Dios (1 Co. 10:31). Para la gloria de Dios significa hacer célebre Su nombre. Su honor y Su reputación se vuelven más importantes que el suyo.

Para la gloria de Dios. ¿Suena cómo un cliché? Aunque suene poco práctico, es en realidad algo muy concreto. Se lleva a cabo con pequeños y a veces personales pasos de fe y obediencia. Puede que otras personas no lo vean pero si usted hace cualquier cosa por causa de Jesús y por lo que Jesús hizo por usted (desde peinarse el pelo hasta vender cualquier posesión y convertirse en misionero) entonces estará dándole la gloria a Dios.

¿Quiere un aliciente tangible? En las Escrituras hay pruebas contundentes de que cuando uno busca a Dios y Su reino, las cargas se aligeran (2 Co. 4:16, 17).

Escuchar

Conforme vaya desarrollando una declaración de propósitos definida, sería adecuado que contase con alguien que le ayude a perfeccionarla, se la recuerde y se la lea. En ese momento, su trabajo será escuchar. Usted ha estado escuchando a sus propios pensamientos pero ahora debe escuchar lo que Dios dice en Su Palabra y lo que Dios habla a través de las personas.

Escuchar es algo pasivo pero difícil de llevar a cabo. La epístola de Santiago nos recuerda que estamos predispuestos a ser “solamente oidores”, como las personas que miran nuestra apariencia en un espejo y olvidan rápidamente cómo somos. Por eso cuando lea u oiga sobre la verdad y el amor, no se contente simplemente con escuchar, oiga realmente.

¿Qué va a oír? Cuando en la Trinidad Dios habla, Él habla inevitablemente de Jesús. Jesús es el que tiene compasión por aquellos que sufren y los comprende porque Su dolor sobrepasó el nuestro. ¿Alguna vez se ha dado cuenta de que cuando escucha el sufrimiento de otra persona, sobre todo si era inconsolable e intenso, sus propios problemas parecen disminuir? Al menos, escuchando desviamos la atención de nuestro propio sufrimiento y nos damos cuenta de que no somos los únicos. Esto es lo que ocurre cuando miramos hacia Jesús y escuchamos.

Aún así continúe escuchando. Incluso si se siente rechazado por los demás, Jesús no lo rechazará (Sal. 27:10). Vuélvase a Él en fe, incluso sólo con un poquito de fe, y Él nunca lo dejará ni lo desamparará (He. 13:5). Él se lo jura.

¿El amor no siempre lo motiva? Piense en ello. En Su presencia, el amor es lo que nos llevará por comprender toda la eternidad. Si no lo motiva ahora, lo hará. Su amor es como el de un buen padre con el hijo que no entiende las particularidades de su amor. En otras palabras, el niño puede pensar a veces que su padre no lo quiere, sin embargo el amor del padre es demasiado elaborado y hermoso como para que el niño lo entienda. El niño está desconsolado porque ya no puede jugar más en el barro pero el padre lo está lavando para llevarlo a Disneyland. Si no puede ver este amor, entonces siga escuchando el evangelio que nos dice que, según el plan de Dios, Jesús murió por pecadores como nosotros. Este es un maravilloso y profundo amor. Si no suena maravilloso, quizás haya olvidado que usted es un pecador. Jesús, después de todo, no murió por buenas personas que necesitaban un aliciente espiritual, Él murió para hacer de enemigos alejados y condenados parte de su familia.

Dios dice mucho más, pero es demasiado fácil comenzar a distanciarse y pensar: “esto no me está ayudando”. Como expresaba una mujer: “ninguna cantidad de amor hacia o por parte de otras personas (y había mucho) podía ayudar. Ni la ventaja de contar con una familia preocupada y un trabajo fabuloso era suficiente para superar el dolor y la desesperanza”. Llegados a este punto, hay que pararse a pensar.

Pensar

Si está deprimido y escucha sus pensamientos, seguramente escuche pensamientos oscuros, desesperados, pesimistas y críticos consigo mismo y con los demás. Dónde sea que comiencen estos pensamientos, raramente se detienen hasta que llegan al punto más desesperanzador posible. Por ejemplo, si alguien está hablando de Santa Claus, comienza a pensar que usted también está gordo y que a sus espaldas, todo el mundo se ríe de ello. Si alguien le hace un cumplido por un trabajo bien hecho, está seguro de que fue para amortiguar la noticia de su inminente despido y que si esa persona realmente hubiera conocido su trabajo, ya estaría despedido, y que si...

Todo el proceso es automático. Arranca y sigue solo. Piloto automático mental. El hecho de que su mente pueda estar siempre turbada significa que no se siente capaz de realizar el esfuerzo herculano necesario para corregirse mentalmente.

Tiene que comenzar a pensar, no de manera automática sino con propósito. Sus pensamientos deben ser guiados por las Escrituras. ¿Difícil? Sí. Ningún esfuerzo mental va a funcionar. ¿Cambios inmediatos? Seguramente no los que serían obvios para usted, pero tiene que hacerlo. Su manera de pensar actual se inclina hacia la desesperación y la desesperanza. Tiene que estar dispuesto a comenzar una batalla.

Si es reacio a hacerlo, entonces tiene que cuestionarse si realmente quiere cambiar. Puede sonar extraño, pero mucha gente no quiere. El trabajo que conlleva no parece que merezca la pena, detestan lo que tendrán que confrontar si dejan de estar deprimidos o son fieles a su propio estilo de vida, prefiriendo en su lugar que cambie el mundo a su alrededor.

Entonces piense. ¿Realmente quiere cambiar?

Si cree que usted es más reacio a cambiar de lo que pensaba, debe regresar y reflexionar acerca de su propósito. Algunas personas se valen de sus hijos como motivación para el cambio pero los niños no son una razón lo suficientemente poderosa. Sus oscuros pensamientos lo persuadirán rápidamente de que tanto sus hijos como los demás estarían mejor sin usted. La única razón que vale es que usted ha sido llamado para representar a Dios en la tierra, Él es el Señor que lo ama y usted es Su hijo, servidor y embajador, escoja lo que prefiera. Usted vive a causa de Él.

Si esto no es suficiente, tendrá que regresar para escuchar. Pídale a alguien que le diga quién es Dios. Cuando la mente está rodeada de niebla, es difícil recordárselo a uno mismo, así que pregúntele a alguien. Pídale a alguien que le diga que Dios el creador vive y que Él envió a Jesús para morir por los pecados de gente como nosotros que ignoraban y eran enemigos de Dios. Pídale a esa persona que lo convenza de que Dios es bueno. Pídale a esa persona que siga hablando hasta que suene como buenas noticias y usted las crea.

Piense en ello. Si no estuviera deprimido, usted estaría sobrecogido por lo que Dios ha hecho. Simplemente se arrodillaría y como muchos otros que han comprendido el amor y la presencia de Dios, diría: “no valgo nada pero ¡estoy agradecido! Continúe escuchando estas verdades. Lo cambiarán; no desfallezca. ¿Qué le está diciendo su depresión? ¿Qué significa?

Mientras que intenta escuchar, oír acerca de Cristo y del propósito que usted tiene para vivir, la siguiente etapa en un pensamiento práctico es preguntarse: "¿qué dicen mis sentimientos?” Sus sentimientos le dicen algo acerca de usted.

Con los sentimientos ocurre así: miedo, enfado, expectación, terror, etc, etc. Normalmente vienen causados por alguna circunstancia de nuestra vida pero son sus respuestas y sus interpretaciones de dicho acontecimiento. Por ejemplo, si le llega una factura inesperada, puede producirle una preocupación financiera, pero si se obsesiona y tiene miedo crónico por su futuro financiero, ese miedo revela donde ha puesto usted su confianza: la ha puesto en usted en lugar de en Dios. Sus sentimientos lo revelan.

Moisés le dijo esto mismo a los hebreos cuando vagaban por el desierto. Les enseñó que las dificultades de la vida en el desierto ponen a prueba a las personas “a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no sus mandamientos [de Dios]” (Dt.8:2). Cuando el pueblo estaba descontento e incluso enojado, estaba hablando más acerca de él mismo que del desierto.

Lo mismo ocurre con la depresión: la depresión le dice algo sobre su corazón. La pregunta es: ¿qué dice? Aquí es donde tiene que pensar. Considere alguna de las siguientes posibilidades. ¿Cuáles expresan sus sentimientos de abatimiento?

•“Tengo miedo”.

Miedo de tomar una decisión equivocada. fracasar. quedar en evidencia. perder a alguien querido. ser abandonado. no tener el control. morir. padecer una enfermedad que me discapacite. ver a Dios. todo.

•“Me siento culpable” o “avergonzado”.

Culpable por mi propio pecado. no estar a la altura del nivel de éxito de Dios sino del mío propio. no contar con la aprobación de personas cuyas opiniones se han vuelto más importantes que las de Dios. vivir como si tuviera que devolverle a Dios la cuenta por mi pecado cuando en realidad, la manera de darle la gloria a Dios es aceptando que Él pagó por todo. una consciencia que está juzgando por hechos del pasado (p.ej.: Me hago responsable de los pecados de otras personas).

•“Perdí algo”. A veces la depresión nos hace sentir como si estuviésemos vacíos, como si hubiésemos perdido algo o a alguien. Puede tratarse de un trabajo, salud, juventud, dinero o una persona. Se siente como si alguien querido hubiera muerto. Pero la depresión es más que dolor por alguien querido, es un sufrimiento enloquecedor. Casi con toda seguridad, lo que perdió era como un dios para usted; era donde usted puso su confianza y esperanza.

•“Necesito algo”. ¿Le está diciendo la depresión que usted necesita amor, reconocimiento, respeto o algún otro deseo psicológico? Todos disfrutamos de esas cosas cuando las tenemos pero en ocasiones toman más importancia de la que debieran. ¿Se ha dado cuenta de lo que ocurre cuando sus deseos se convierten en lo más importante para usted? Sus deseos se transforman en necesidades; siente que los necesita para poder vivir. Esto es codicia y la codicia siempre quiere más, nunca está satisfecha, siempre se siente vacía.

•"ESTOY ENOJADO”. Seguramente oiga que la depresión le puede estar diciendo: “Estoy enojado”. Normalmente nos enojamos porque no conseguimos lo que queríamos de alguien o de Dios mismo. Esto no quiere decir que tenga instintos asesinos contra alguien o que alce su puño contra Dios, aunque pueda ocurrir. Busque formas de expresión más silenciosas del enojo como la queja, murmuración, ausencia de perdón o autocompasión. Si no las ve, busque de nuevo; estarán allí.

•“Tengo que evitar algo”. Considere lo que no le agradaría confrontar si dejase de estar deprimido. ¿Tendría que hacer frente a algo que prefiere evitar como a una persona, dificultades financieras o responsabilidades que conllevan la posibilidad de un fracaso? La niebla mental y el cansancio físico de la depresión le ayudan a evitar pensar en algo o alguien que lo turba especialmente.

•“Yo soy la aflicción”. Las personas que tienen experiencia en ayudar a otras con depresión no tardan en señalar que la depresión habla el idioma de la autocompasión. “Si nadie va a sentir pena por mí, sentiré pena yo mismo”. Esto puede ser mortal. Significa que vive como una víctima en lugar de como alguien a quien se le ha mostrado una misericordia y gracia infinita.

•“No tengo esperanza”. Si esto le resulta familiar, entonces tiene que hacerse otra pregunta: ¿esperanza para qué? ¿Esperanza para deshacerse de la depresión? Quizás está deseando muy poco.

Nosotros nos gloriamos en la gloria de Dios; Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza; y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado (Ro 5:2-5).

Este pasaje de la Escritura es difícil de entender pero una cosa está clara: el apóstol Pablo quien escribió esta carta, padeció profundo dolor y tribulaciones en su vida pero de alguna manera, eso no hizo que se derrumbase. La tarea que usted tiene es averiguar su secreto, el cual Pablo desea revelar. Aquí tiene una pista: “Considerad, pues, a aquel que soportó tal hostilidad de los pecadores contra sí mismo, para que no os canséis ni os desaniméis en vuestro corazón” (He. 12:3). Pablo mantuvo su mirada en Jesús. Cuando apartamos nuestra mirada de Jesús, el camino se hace interminable; sabemos que no tendremos resistencia suficiente pero cuando entendemos que Jesús – El que conoce los corazones – ya ha pasado por ese camino antes que nosotros, entonces podemos estar seguros de que el Espíritu está con nosotros y que nos dará fuerza para caminar en humilde fe y obediencia. Y no ha sido solamente Jesús el único que ha caminado por este camino de esperanza, esperando la gloria que estaba a la vuelta de la esquina, apenas fuera del alcance de la vista. Como indica Hebreos 11, el camino está bien desgastado y poblado por el paso de los santos presentes y pasados. Aunque las personas con depresión se sientan completamente solas, forman parte de una enorme procesión destinada al cielo.

•“Sé que mi Redentor está conmigo y esperaré humildemente a que me libere”.

Cuando la fe es probada, y así es durante una depresión, a veces lo que se revela es un corazón que confía en el Señor. Usted ha decidido que seguirá a Dios, no porque Él lo haga sentirse bien sino porque Él es Señor de todo, el Pastor que nos ama, el Padre eterno. No hay otro a quien seguir. Por supuesto, no entiende lo que le está ocurriendo ahora pero sabe que Él es su Dios, que está con usted y eso es suficiente.

¿Qué dice su depresión? Aquí tiene una breve lista de algunas de las palabras más comunes que salen del corazón. Existen muchas más; si usted no puede distinguir cuál es la que define su depresión, aún hay muchas más que pueden hacerlo. Oír el evangelio de Cristo, conocer el propósito que hay para usted y actuar en consecuencia es ya suficiente trabajo en sí. No obstante, continúe preguntándose qué le dice su depresión.

Confíe y adore sólo a Dios

Cuando piense en el significado de sus sentimientos, se dará cuenta de que en lugar de llevarlo a una situación más y más desesperada, el camino le lleva a la trinidad de Dios. Concretamente, lo llevará a la pregunta: ¿va a vivir para Dios o va a vivir para usted mismo y las cosas que adora? A veces lleva tiempo llegar a la pregunta más crítica de todas pero siempre está ahí. A menudo, lo único que tiene que hacer es preguntarse “por qué” como un niño de tres años. “No puedo continuar". “¿Por qué?”. “Porque estoy tan cansado que ya no puedo soportar más el sufrimiento". "¿Por qué?” “Porque me encuentro solo”. “¿Por qué?” “Porque… no creo que Dios esté conmigo”. "¿Por qué?” “Porque… no confío en Él. Confío en mi interpretación y en lo que traen mis sentimientos”.

Las preguntas “¿por qué?” deberían guiarlo a Dios. Para cuando llegue a la segunda ya estará cansado, pero siga preguntando. Al final de las preguntas dígale a Él: “Jesús es mi Señor, yo confieso mi incredulidad y confío en Ti”.

Confianza, confesión de pecados, y seguir a Cristo en obediencia: ¿le resulta familiar? Esto es lo básico de una vida espiritual. Cuando se adentra por debajo de la superficie ve que estas son las cosas importantes para todos; se dará cuenta de que funcionan. Si esto le parece superficial, usted está insensible a los secretos del universo y necesita regresar a escuchar. No confíe en lo que sus sentimientos le dicen sobre esto. Estas cosas pueden ser sencillas pero no son simplistas; son los cimientos de la vida misma, son el modo primordial en el que respondemos a Dios.

Confiese sus pecados a su Padre Celestial

La confianza en Cristo, la confesión de pecado y la obediencia al Único que lo ama. De estos tres, la confesión de pecados puede desalentarle al principio. Puede que ya se sienta usted como una mala persona. Esto solo empeora las cosas, pero reflexione: •Si el Espíritu de Dios va a permitirle que vea el pecado en su vida, aquí tiene una prueba bastante evidente de que Él es su Padre y de que usted es Su hijo. Usted no puede ver su propio pecado sin que Dios se lo revele. •Confesar los pecados debería ser una parte normal de nuestra rutina diaria, estemos deprimidos o no (Mt. 6:9-13). •Confesar los pecados no pone en peligro nuestra relación con Dios sino que la fortalece. Si hemos confiado en Cristo, el juicio divino sobre nuestros pecados ha recaído en Cristo, no en nosotros. Confesar los pecados nos recuerda que Cristo ya ha tratado con nuestro problema más profundo y que tenemos razones para estar agradecidos.

Esta es la regla: si tiene en cuenta lo que su depresión le está diciendo y lo lleva a recorrer todo el camino hacia su relación con Cristo, entonces no se detenga en este viaje hasta que oiga algo bueno. La Palabra de Dios siempre nos enseña a depender de Jesús y de palabras que son buenas noticias para nuestros oídos que escuchan, por lo cual no se detenga en “miserable de mí”. Puede que sea un miserable pero no puede detenerse ahí. “¡Gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro!” (Ro. 7:24-25). Recuerde que si usted ha puesto su confianza en Jesús, usted ha sido perdonado, adoptado, amado y se regocija en Él. Tiene que comenzar a pensar como Dios piensa, no como usted piensa.

Ponga en práctica pasos útiles de amor y obediencia

La siguiente lista incluye una enumeración de aplicaciones de la Escritura. La idea esencial es que la fe se expresa en acciones.

1.Tome una historia bíblica, léala día tras día y escriba 25 maneras de aplicarla (5, 10 o 50 aplicaciones). Esto puede parecer imposible pero una vez que haya escrito las 10 primeras será más sencillo. No olvide, su mente va y viene, está cansada. Concentrarse será difícil pero lo ayudará. 2.Escriba cinco maneras en las que un amigo lo ha bendecido. Envíeselas. 3.Escriba su propósito para vivir. Permita que otros lo revisen. Luego memorícelo y vívalo. 4.Hágase un experto acerca de lo que Dios dice a aquellos que sufren. Considere comenzar con Hebreos 10-12. Hebreos 10-12 lo exhorta a la fe y la esperanza, lo pone en dirección a Jesús. No obstante esto no acaba aquí. La Escritura también nos pone siempre en dirección hacia los demás: fe en Dios y amor hacia los demás. En este caso, dice: “Buscad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (He. 12:14). ¿Cómo puede ser usted un pacificador? ¿A quién necesita perdonar? ¿A quién necesita pedir perdón? 5.Tome notas durante el sermón del domingo. Actúe en base a ellas. 6.Hable o escriba cada día algo que pueda servir de aliento a otros. Usted tiene un llamado; hay personas a las que amar, cuidar y ayudar. 7.Escuche cada día la Palabra de Dios, música que lo oriente hacia Cristo o a alguna persona que tenga sabiduría espiritual. Sea capaz de resumir lo que ha oído y de contárselo a alguien. 8.Manténgase alerta contra quejas y murmuraciones. Al igual que los chismorreos, son pecados aceptados en nuestra cultura por eso no vemos sus horrendas raíces. ¿Qué dicen realmente la queja y la murmuración? ¿Ve cómo son contrarias a Dios? 9.Considere estas cuestiones. En esta cultura, ¿hemos olvidado los beneficios de pasar por momentos de aflicción? ¿Cuáles son los posibles beneficios ante las tribulaciones? (Sal. 119:67, 71; 2 Co. 1:8-10; He. 5:8; Stg. 1:3). 10.Pídale a algunas personas que oren por usted e invítelos a hablarle a usted de la Verdad. Cuando pida que oren por usted, pida más que simplemente alivio para su depresión. Use esto como una ocasión para realizar grandes oraciones; busque oraciones en las Escrituras y ore. Por ejemplo, ore porque usted conozca el amor de Cristo (Ef. 3), porque cada día sea más hecho a la imagen de Jesús (Ro. 8:29), que ame a los demás, y que discierna lo que significa darle la gloria a Dios. 11.Cuando dude, muestre su amor a otras personas de manera creativa.

Reflexiones finales

La depresión es dura. No se va sin haber luchado antes. Pero existen buenas razones por las que emprender la batalla. Los cambios están garantizados (Fil. 1:6) Usted está en la presencia del “Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en toda tribulación nuestra” (2 Co. 1:3-4) ¿Usted lo cree? Piense en ello. No hay razones para pensar que Él será tacaño respecto de su amor y compasión ahora que Le conocemos como Padre, si considera que el Padre envió a Su Hijo - Su unigénito amado – para morir por nosotros cuando aún éramos Sus enemigos.

No obstante, a veces tenemos nuestra propia definición de compasión. Compasión puede significar “quitar la tristeza rápidamente”. Al contrario, usted debe creer que el amor y la compasión de Dios excede nuestros pensamientos, dejando a un lado nuestro entendimiento. Él tiene en mente algo bueno. Él quiere rociarle de gracia y hacerle más y más parecido a Jesús.

Así que no abandone. Usted tiene un propósito. Dios se está moviendo. Usted es un servidor del Reino, un hijo que representa al Padre, y pronto tendrá el privilegio de “consolar a los que están en cualquier aflicción con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios” (2 Co. 1:4). El cuerpo de Cristo le necesita.

ALGUNAS PREGUNTAS USUALES

¿Qué ayudó a otras personas? A algunas personas que pasaron por una depresión se les pidió que completaran la siguiente frase: "comencé a ver cambios durante mi depresión cuando..."

1.…comencé a hablar conmigo mismo en lugar de escucharme a mí mismo. Comencé a hablarme diversas Escrituras en lugar de escuchar mi propia voz desesperanzada. 2.…dejé de decir “esto no funciona”. Siempre estaba buscando la varita mágica. Oraría (intentando hacer pactos con Dios), miraría a mi propio corazón (durante uno o dos minutos) o intentaría brevemente alguna otra actividad espiritual parecida, y cuando no funcionase, lo dejaría. Ahora creo que eso sí “funciona". Hay contentamiento e incluso alegría a largo plazo, pequeños pasos de fe y obediencia. 3.…contaba con un amigo y un pastor que mantuvieron la imagen más grande del reino de Dios delante de mí. La depresión hizo mi mundo tan pequeño que cuando comencé a ver que Dios se estaba moviendo, comencé a tener esperanza. 4.…mi hija se puso muy enferma. Me obligó a ver más allá de mi propio mundo. 5.…una amiga no me abandonó nunca. Ella estaba siempre amándome y encaminándome a la verdad incluso cuando no quería oír hablar de Jesús. 6.…una amiga me “prestó” su fe. Mi fe era tan débil… pero siempre supe que ella estaba segura de la presencia y del amor de Dios por la iglesia e incluso por mí. 7.…perdoné a mi padre y lo confié a Dios. 8.…me di cuenta de que era 90% orgullo. Sentía que la gente me debía algo. 9.…comencé a creer que me encontraba en una batalla y me di cuenta de que tenía que luchar. 10.…vi que en vez de que me hicieran las cosas a mí, era yo el que las provocaba. Por ejemplo, estaba provocando enojo, estaba pasado mucho tiempo quejándome. En mi corazón, estaba haciendo lo que yo quería. 11.…comencé a conocer la gracia de Dios. Comencé a ver que mi regodeo en la culpabilidad era más un trabajo de justificación que tristeza proveniente de Dios. 12.…una vez que me di cuenta de que era bueno ver mi pecado (era una prueba del amor de Dios y de la obra del Espíritu en mi vida) comencé a decirme a mí mismo “cuando dudes, arrepiéntete”. 13.…practiqué dando un paso tras otro y continué con las responsabilidades que creía que me había dado Dios.

¿Qué hay sobre las cosas que alivian los síntomas? ¿Qué hay sobre tomar medicamentos contra la depresión? ¿Cambiar su dieta? ¿Usar luces nocturnas? ¿Seguir un programa de ejercicios? ¿Irse de vacaciones? Puede que usted ya haya intentado algunas de estas cosas que a veces pueden aliviar la dureza de algunos de los síntomas de la depresión. ¿Debería usted intentarlo o no?

Al final la decisión es suya. Solamente tome una decisión bien pensada, sabia. Coméntelo con otros. ¿Cuáles son los riesgos y los beneficios? ¿Cuáles son las alternativas? Haga su tarea.

Sea consciente de que no existe una cura milagrosa. Si algo le ayuda, aún debería preguntarse acerca de lo que está diciendo la depresión y aún debería buscar crecer en Cristo. La depresión no revela sólo la composición química de nuestro cerebro, por lo que no piense en el problema como algo físico o espiritual. En su lugar, piense en el problema como una ocasión para tener en cuenta su propio corazón. Mientras lo hace, su depresión se aligerará de manera significativa con más frecuencia de lo que parece. ¿Puede que exista un problema físico o químico? Quizás. Pero un problema, cualquiera que sea su origen, es también una ocasión para el trabajo espiritual.

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